29.9.05

El pequeño

Érase una vez un pequeñuelo al que le daban miedo el fuego, las explosiones y el olor a pólvora quemada... lloraba preguntándose por qué... con el tiempo comprendió que ese fuego, esas explosiones, esa pólvora, no eran las que realmente mataban... y entonces dejó de sentir miedo y empezó a sentir dolor...



Ven pequeño, aquí no tienes nada que temer.
Yo puedo mitigar tu sufrimiento, eternamente.
Puedo hacer que dejen de sangrar las llagas que se ocultan tras tus retinas, cuando tus ojos contemplan el terror.
Puedo llenar de flores tu boca, que se abre paralizada y muda antes de arrancar el llanto inducido por el dolor que no comprendes pero puedes sentir.
Puedo cubrir con una suave alfombra escarlata el suelo sembrado de cadáveres entre los que tus pequeños pies desnudos y delicados intentan abrirse paso, temblando.
Puedo calentar con llamas furiosas tu rostro helado por el miedo y por la implacable escarcha de la madrugada a la intemperie.
Hubiera deseado para ti una vida diferente.
Que hubieras disfrutado de la inocencia que por derecho te pertenecía.
Que los árboles de la alameda hubieran escuchado tus carcajadas mietras jugabas cada tarde entre saltos y saltamontes.
Que hubieras aprendido de la amistad y el compromiso de tus semejantes.
Que hubieras gozado con el sabor de las golosinas de la abuela los domingos por la tarde.
Pero sólo así puedo hacer comprender a este mundo salvaje y acabado que se están lanzando a la carrera por el camino que va a ninguna parte.
¿Entiendes ahora por qué debo cruzar tu frente en el camino de la bala disparada por el arma que tu propio hermano sostiene entre sus manos en este precioso instante?
Ven, y deja el temor para los que sobrevivan...
Soy tu muerte.


(TEE7H1NG; 31/05/2005)

1 comentario:

Anónimo dijo...

vaya.....impresionante....joer!!