29.9.05

El pianista

Cuatro chicos uniformados entraron en su casa y lo empujaron contra una esquina del salón. En sus caras había cierta congoja. Parecía que el tiempo no hubiera pasado dentro de aquella estancia, las telarañas dominaban sus techos, y una capa de polvo dificultaba la respiración y lo teñía todo de ausencia de color. El hombre, de mirada triste y barba canosa, los miraba en silencio, sin asomo de miedo, ni rabia, ni sorpresa. El más rubio de los jóvenes lo amenazó con su fusil. Cualquiera de ellos podría ser su hijo, o incluso su nieto, si alguna vez los hubiera tenido...

Él se sentó ante su piano, y sin mirarlos siquiera, empezó a tocar su melodía favorita. Cerró los ojos, balanceó su cabeza al compás. Empezó a recordar su infancia, en la granja, creciendo y siendo educado por la naturaleza. Recordó a aquella mujer, a la que amó más que a nada ni a nadie, aunque sus caminos no siguieran de la mano. Sintió la nostalgia de una juventud que se había marchado entre pequeños e intensos momentos de felicidad, y largos periodos de sufrimiento. Las lágrimas comenzaron a resbalar por su rostro. Siguió tocando con furia. Después descendió el ritmo, su respiración estaba acelerada...

Súbitamente, dos disparos rompieron la armonía en la sala. Todos enmudecieron, únicamente se oyó el estruendo del cuerpo del pianista al desplomarse contra las teclas del piano. Despés, sólo silencio... y sangre... y el recuerdo de una melodía maldiciendo las vidas de los asesinos de la libertad...

(TEE7H1NG; 11/06/2005)

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