DOMMMMMMMM...
Sonaba la primera, la hora más solitaria, sus ojos perdían toda ilusión mientras firmaba aquel trozo de papel... la punta del lápiz se quebró, dejando su marca bajo la última palabra...
Se mantuvo petrificado durante algunos minutos (al menos eso le pareció), hasta que el eco del goteo de un grifo en la cocina lo devolvió a la realidad...
Esa última gota, no salió del grifo... se precipitó sobre su rodilla derecha, y se deslizó desde su labio... los tenía secos y se había mordido el inferior...
DOMMMMMMMM...
La cuarta trajo consigo una ráfaga de aire helado que se coló por la ventana entreabierta... no se molestó en cerrarla...
Al ver el anillo sobre el escritorio, se acordó de ella... escribió su nombre con la yema del dedo sobre la ligera capa de polvo de la superficie de madera...
Se puso en pie y lanzó un vistazo hacia la calle... la recorrió con el pensamiento y se despidió del kioskero, del panadero, del frutero, y de la jovencita que repartía ejemplares gratuitos de un periódico todas las mañanas...
Sucedió muy rápido, entre las callejuelas del mercado, una mañana soleada... la observaba cruzando de un puestecillo a otro, en busca de un sombrero gracioso que la protegiese del sol... le llamó la atención un comerciante que voceaba sus productos y llamaba a la gente que transitaba a su alrededor, miró hacia allá... sólo un segundo... cuando se volvió a buscarla... nada... nada... la pesadilla comenzó esa mañana...
Su mente volaba, cada vez a mayor velocidad, en busca de las respuestas que no había conseguido encontrar... como siempre, sin éxito...
DOMMMMMMM...
La novena estaba cargada de tensión, el nerviosismo tomaba densidad en el ambiente...
DOMMMMMMM...
"Diez" ¿era una voz de mujer?... ya no había marcha atrás... era una sentencia, sin juez, sin condena, sin verdugo... sin público para la ejecución... sus manos temblaban, no sabía si era miedo o resignación...
DOMMMMMMMMMMMM...
Un chasquido en su espalda para disuadir cualquier acción desesperada de última hora, un cordón suave pero mortífero alrededor de su cuello, un último suspiro antes de dejarse precipitar al vacío, pues las leyes de la física no permitirían que golpease el suelo... el silencio... el frío... se esfumó el dolor... y el amor saltó por la ventana...
...
Nunca llegó a escuchar el doceavo tono de la gran campana de la vieja catedral gótica... ni tampoco la puerta de su cuarto al cerrarse tras los pasos de aquellos que nunca concedieron la más mínima explicación... dejaron atrás la escena, y como único testigo, aquella nota a lápiz agitada por la corriente, esperando aclarar el misterioso suceso...
(TEE7H1NG - 19/04/2008)
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