Al tiempo que se concentraba en la lectura, escuchaba algunas de sus canciones favoritas, que quizás, a ratos, le traían recuerdos de su Bolivia natal, o de la ciudad de Madrid que acababa de dejar atrás unas horas antes, o regalaban a su imaginación presagios de las vivencias que disfrutaría en tierras ecuatorianas.
La carrera de un niño por el pasillo contiguo a su asiento la devolvió a esta realidad en la que había estado flotando en la penumbra. Decidió encender el pequeño foco del panel superior, y sus ojos brillaron a la luz, dejando adivinar su innata alegría, y volvió a adentrarse en las letras apasionadas de Isabel Allende.
Miré por la ventanilla, el ocaso al fin estaba venciendo, después de una persecución de 5 horas tras el sol en el horizonte...
(TEE7H1NG - 11/09/2006)
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