De pronto se giró porque creía escuchar pasos tras él. La calle solitaria estaba desierta. De nuevo se volvió; nadie. Sintió miedo. Apretó el paso. Entonces le golpearon en la cabeza, cayó al suelo, y antes de morir vio cómo el humano al que debía custodiar le arrancaba las alas entumecidas.
(Espido Freire; Cuentos malvados)
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